domingo, 30 de marzo de 2014

qué risa maría luisa

Una de las cosas que peor he llevado siempre, y que aún hoy me cuesta digerir en exceso, es la falta de sentido del humor.
Por faaaavor… ¿de verdad es tan difícil sonreír? ¿no es ya la vida demasiado dura como para no tomársela, en la medida en que se pueda, con un poco de humor?

No me las voy a dar aquí de filósofa ni nada por el estilo. Si en su día aprobé filosofía con buena nota fue, en gran parte, por la curiosa atracción física que sentía hacia mi tremendamente atractivo y entrado en años profesor de instituto. Considero que la devoción hacia una asignatura aumenta considerablemente cuando tienes un profesor al que ves como el futuro padre de tus hijos, más cuando tienes 15 años. Pero este es otro tema del que no tengo ninguna necesidad de hablar ahora, creo. Pues bien, mi filósofo preferido siempre fue Nietzsche, y él decía que "el hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa". Ya sea inventada o sea innata al ser humano, las risas... son tremendamente maravillosas.

Reír hasta que te duela, he ahí la cuestión. Reírse de lo absurdo, de los recuerdos, de una imagen, de otra risa. Reírse inesperadamente, por sorpresa, porque una amiga tuya se cae en medio de un botellón con un pluma blanco o porque otra tiene los pelos como la Duquesa de Alba. Reírse de todo, reírse sólo por cruzar una mirada con alguien, reírse de Lupe, reírse de Nerea… Por favor! riámonos todos de la tos de Nerea!! (os quiero a ambas mucho, que conste) ;-)
Entiendo que no toda la gente comparta el mismo sentido del humor que yo, ni lo pretendo. Pero tampoco entiendo a estas personas que se levantan, literalmente… con un palo metido por donde la espalda pierde su nombre. A ver… que la vida son dos días, y para un rato que vamos a estar aquí… vamos a reírnos, que no cuesta nada. No pido carcajadas, no pido eso. Pero sonreír… por dios, ¿tan difícil es sonreír?

Trabajo detrás de un mostrador desde hace doce años, así que os podéis imaginar a la cantidad de gente que he atendido y con la que he tratado durante todo este tiempo. Siempre he intentado algo, y os aseguro que no todos los días es fácil sonreír, pero siempre he intentado que esa persona a la que atiendo… sonría, aunque sea sólo una ligera mueca, pero que sonría. A veeeeer… si además de sonreír se lleva dos pulseras y cuatro pares de pendientes mejor, tampoco voy a ser yo ahora aquí Miliki, que no hay necesidad y las sonrisas, por desgracia… hasta ahora no me dan de comer. Pero entrar en un sitio y encontrarte una especie de cara seca e inmutable… lo considero totalmente fuera de lugar. Esa persona no tiene culpa de que tengas un mal día. Pero bueno, también creo que me estoy metiendo en otro tema. Después de tantos años trabajando en una tienda, podría escribir una trilogía al estilo Larsson sobre los tipos de clientes a los que he atendido, y no es a lo que he venido yo aquí, que yo he venido aquí a hablar de la risa!

Y habrá días en los que te apetezca quedarte en la cama, en los que no encuentres explicación al calendario y ni siquiera seas capaz de mirarte al espejo, claro que los habrá, y muchos! Pero incluso esos días, debemos levantarnos por la mañana y poner un pie delante del otro, caminar y sonreír. Porque si no nos reímos de la vida… la vida termina riéndose de nosotros, y os lo digo por experiencia, que de mi se ha reído en muchas ocasiones. ¿Y sabéis qué? que no merece la pena, porque a la hora de la verdad sólo permanecen los buenos momentos, las risas y la gente tan increíble que tienes alrededor. Nada más. El resto de las cosas… a guardarlas en ese cajón del que nunca debieron salir. Que ya tendremos tiempo de sufrir, que ya nos dará la vida con su indecente maza, mientras... sonriamos, y si puede ser con la boca abierta y escandalosamente… mucho mejor ;-)



ríe - d'callaos


lunes, 24 de marzo de 2014

ese día

Ese día supe que nunca sería la misma persona que antes, y no me equivocaba, nunca lo he vuelto a ser. Ese día, de hace ya trece años, también pedí algo. Pedí que la gente de mi alrededor, las personas importantes en mi vida y que tan cerca habían estado de mi durante aquellos eternos tres meses, nunca pasaran por lo mismo que estaba pasando yo. En ningún momento pensé "por qué a mi", sólo me repetía una y otra vez… "por favor, a ellas no".
Años después no se ha cumplido. Estaba claro que igual que la vida se cebó conmigo aquel día, seguiría mostrando su lado más feo e injusto frente a la gente que no se lo merecía. Y así ha sido, y así sigue siendo. Y aún hoy soy incapaz de reaccionar ante esa situación, no se qué decir, qué hacer, cómo actuar… Imposible describir el dolor que me provoca escuchar de la boca de alguien que me importa el… "Geli, ahora te entiendo".
No quiero que me entendais, nunca he querido ni he pedido que lo hicierais. Yo estaba en un lado y vosotras en el otro. Y desde él me ayudasteis con cada gesto, sonrisa o palabra que me regalabais… a que cada día fuera todo un poco más fácil. Soy incapaz de explicar lo que siento cuando sois vosotras las que estais en ese lado y yo en el otro. A veces incluso deseo que esos lados se cambien, y ser yo la que pierdo a alguien y no vosotras las que sentís eso.

Es muy complicado hablar de todo esto, y por suerte… hasta hace tres años, cuando viví ese cambio de lado por primera vez y sufrí uno de los mayores golpes que he recibido y recibiré en mi vida, no había ni siquiera pensado en ello. Y es que cuando el dolor se une a la impotencia, se convierte en algo verdaderamente insoportable.

Curioso… lo bonita que me puede llegar a parecer la vida en la sonrisa de mi sobrina y lo fea y dura que puede llegar a ser en días como hoy. La pregunta es... si compensa, y hay momentos en los que lo dudo.