martes, 2 de septiembre de 2014

las etiquetas

Prefiero llamarlos "ventidoce", pero en poco más de un mes cumplo 32 años, y aunque mi edad empieza a ser considerable como para preocuparme por idioteces y, aparte, creo que estoy en ese momento de la vida en que me dan mucha pereza las tonterías, hay cosas que me tocan los cojones, hablando claro, y que me cansan. Me cansan mucho.
No soy un personaje famoso de esos que venden su vida privada en la tele, es más… me considero bastante simple, por lo que no entiendo por qué narices hay gente a la que le importa tanto mi vida personal. Si no me conoces… ¿qué más te da a ti con quién me acuesto o con quién no me acuesto?

Hace un par de semanas, a un ser al que apenas conozco y al que nunca he tenido intención de conocer más, le pareció oportuno catalogarme, así… sin más, sólo por mi manera de vestir y mi apariencia física.
No voy a entrar en más detalles porque cada vez que recuerdo a semejante personaje y a la situación surrealista que me hizo vivir, me rechinan hasta los dientes. Y no tengo necesidad. Pero fue la gota que colmó el vaso. Un vaso que se está llenando poco a poco desde hace años, cuando yo nunca he pedido que me den de beber, y estoy cansada. Muuuuuuy cansada de todo ya.

Las etiquetas. Aquí parece que todos tenemos que seguir el mismo estilo de vestir, que tengo que usar falda, escote, tacones, llevar el pelo largo y maquillarme los ojos cada sábado por el hecho de ser mujer. Y que vestir con vaqueros, converse, camisetas y llevar el pelo corto conlleva una etiqueta colgada en la nuca donde vienen mis instrucciones de uso y disfrute, y que puede ser utilizada a modo de insulto cada vez que al personal le de la gana. Sin conocerme de nada. Pero como mi apariencia física es tal… tengo que ser de tal manera.

Homosexual, bisexual, hetero… ¿qué más te da a ti mi tendencia sexual si aunque fueras la última persona de este mundo no me iba a acostar contigo? ¿por qué se le da tanta importancia a esto? a mi me resulta tan absurdo todo…

Bob Marley decía que las guerras seguirán mientras el color de la piel siga siendo más importante que la de los ojos. Adaptándola a este tema, ojalá que la gente se fijara más en el color de los ojos de cada persona en vez de en su forma de vestir o actuar. Si al final lo que importa es cómo eres, no la fachada de fuera.

En fin, semejante parrafada para nada, seguiré aguantando la etiqueta de turno, unas veces me toca una y otras veces otras, unas veces me reiré y otras veces me sentará mal. Pero tengo claro algo, y es que no voy a cambiar porque la gente quiera que cambie, o para evitar que se me catalogue de una manera o de otra. Me acuerdo de pequeña, que me llamaban "marimacho" porque jugaba al baloncesto. Lo pienso ahora y me río, pero en aquel momento llegué a acomplejarme mucho. Ese tipo de insulto, o simplemente… el hacerte sentir diferente con esa edad… puede llegar a hacer mucho daño. Y sólo… ¿porque jugaba al baloncesto en vez de hacer gimnasia rítmica? ¿Estamos tontos o qué coño pasa?

Todo esto te ayuda a darte cuenta de muchas cosas, y en realidad me considero una persona muy afortunada. Estoy rodeada de gente que me mira a los ojos en vez de a mi ropa, y que le da exactamente igual si llevo tacones y vestido o unas converse y una sudadera. Y seguramente, lo que le pasa a las personas que se dedican a poner etiquetas y a inventarse tonterías, es que carecen de todo lo que por suerte… yo puedo disfrutar a mi lado. Gente maravillosa. Y esta gente es la que me hace ser como soy y no cambiar. Y no me cansaría de dar las gracias por ello.

Así que llámame como quieras, que yo mientras seguiré haciendo lo mismo que hasta ahora… reírme de la vida.







No hay comentarios: