sábado, 7 de julio de 2012

martínez




Estando Martínez castigado en clase
de rodillas y de cara a la pared,
vestido de luto por parte de madre,
lo alcanzó la muerte por primera vez.

Le dejó los mocos, se llevó el pañuelo.
¿Qué falta le haría otro ángel al cielo…?

Cansado de herirse con su propia mano
con su prima hermana decidió morir.
Dulce la agonía y grande el desencanto
pero no por ello dejó de insistir

en catar las mieles del fruto prohibido
aunque en adelante pagó en efectivo.

La tercera muerte fue en extremo grave,
le dejó secuelas en el corazón.
Llegó por la espalda, de la mano suave,
con alevosía y premeditación

de aquella que amaba y a quien tanto quiso.
Le quitó las llaves y lo echó del piso.

La cuarta reposa bajo los cascotes
de lo que fue un día el muro de Berlín.
Un quinto cadáver se ahogó en el escote
turbulento de Juanito el andarín

etiqueta negra. Y por quinta vuelta
lo llamó la muerte y él no abrió la puerta.

Una sexta muerte le llegó cortada
en una papelina primera edición.
No fue menos muerte por ser anunciada
ni fue menos grave por ser de salón.

Y aunque nadie daba un duro por el tipo,
Martínez tampoco entregó el equipo.

En persona, el propio Ángel de la Muerte
furioso y curioso a enfrentarlo fue
y para su sorpresa se halló frente a frente
a otro ángel caído, caído de pie.

Y su mala vida y su burlada muerte
a rondar la luna se fueron los dos.
La vida cantando ronca de aguardiente,
la muerte le hace su segunda voz.

Letra: Joan Manuel Serrat
(dedicada a Joaquín Martínez Sabina)

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